• 24 Feb 2019

Y en la Baja nos bajamos

¡Saludos desde Salamanca! Hubiera sido estupendo publicar desde la Salamanca mexicana en Guanajuato pero no, estamos en la Salamanca española, en Castilla y León. Es la ciudad de origen de Tere así que es ella la que escribe esta vez, con algún añadido de Pak y sus fotos.

La última publicación la hizo Pak durante la ruidosa madrugada del 10 de febrero. No pegamos ojo y nos levantamos muy cansados, así que resolvimos quedarnos un día más en la bella Loreto para descansar y revisar bien las bicis: Tere llevaba varios días rompiendo la cadena y Pak quería ajustar el desviador delantero de Anacleta. Por desgracia, después de un buen rato tuvo que darse por vencido.

Siguiendo los sabios comentarios de nuestros amigos Pascale y Johnny en iOverlander, salimos en busca de Pepe Cabañas, mítico ciclista de la región que nos recibió con los brazos abiertos y reparó el desviador en un santiamén, además de limpiar y ajustar los cables de transmisión y lijar el maltrecho guardabarros de Anacleta.

Mientras Pak aprendía de las buenas artes de Pepe, Tere conversaba con su esposa Yinna, que tiene a la venta una colección preciosa de pendientes, collares y pulseras elaboradas con productos locales y del mar. Al filo del ocaso, nos despedimos de la pareja con un fuerte abrazo y Pepe nos regaló dos camisetas que luciremos con orgullo en nuestros viajes.

Al día siguiente, ya bien nutridos y descansados, salimos del RV Park Romanitas tras despedirnos de Edward, un amable compañero de camping residente en BC, Canadá, con quien tenemos una muy buena amiga en común, Joanna (¡qué pequeño es el mundo!)

Luego tocaron 60 kilómetros de muchas cuestas y calor aplastante. En un momento del camino creímos ver un espejismo al vislumbrar a King Kong en las rocas, pero resultó ser un efecto óptico del asombroso relieve.

Por la tarde Tere rompió la cadena por enésima vez y de nuevo caminó varios kilómetros hasta alcanzar a Pak, pero por suerte faltaba poco para llegar al restaurante El Parguito, que nos había recomendado Íñigo, donde además de servir comida casera, alquilaban cuartos.

Platicando con Jorge, el encargado, nos llevamos la sorpresa de que por allí habían pasado no pocos ciclistas, entre ellos Pascale, Johnny y Florian. Le ayudamos a traducir sus comentarios del libro de visitas y nos echamos unas buenas risas juntos cuando nos comentó que los extranjeros siempre le corregían la pronunciación del “you” cuando decía “thank you”. Le explicamos que repetir el “thank you” enfatizando el “you” era para insistir en agradecerle a él su amabilidad. “Órale”, nos dijo aliviado, “y yo todos estos años pensando que pronunciaba mal”.

El martes salimos tarde porque ayudamos a Jorge a traducir al inglés el menú del restaurante y las instrucciones para usar el “calentón” (resistencia eléctrica) que usan en el motelito para calentar el agua.

De nuevo fue un día de calor aplastante, 90 kilómetros con pocas cuestas hasta Ciudad Constitución.

Llegar al Misiones RV Park, de nuevo a recomendación de Íñigo, fue literalmente un chorro de agua fresca porque nos fuimos derechitos a la piscina de agua helada. La dueña, Paty, se admiró de nuestra entereza pero es que no se podía imaginar lo achicharrados que estábamos.

Acampamos bajo una palapa cerca de recepción para tener buen wifi, y Pak preparó un plato delicioso de pasta y verduras. Al rato nos fuimos a dormir con el estómago lleno y el corazón contento.

Necesitábamos un buen descanso porque nos esperaban 100 kilómetros hasta Las Pocitas, donde nuestro buen amigo Íñigo una vez más nos había señalado un cuartito para alquilar frente a la llantera, no muy lejos de un supermercado y de la parada de autobús.

El cuartito resultó ser una habitación con baño muy limpia y nueva, con aire acondicionado y televisión satélite que aprovechamos para devorar películas mientras nos recuperábamos del bochorno agobiante que sufrimos en la carretera.

A la mañana siguiente nos dispusimos a ir en autobús a La Paz para evitar las temperaturas de más de 30 grados. Ya en la parada, nos quedamos con cara de tontos cuando el autocar pasó muy despacio y sin parar, mientras el copiloto nos hacía señales con el dedo, indicando que debíamos haber esperado más atrás. Montamos los trastos en las bicis y fuimos hasta el supermercado Oxxo a preguntar y allí nos dieron versiones distintas: que sí, que paraban allí; que no, que era en la marquesina; que no, que las bicis no las dejaban montar y por eso quizás no habían parado…

En esas estábamos cuando de repente pasó otro bus de línea delante de nuestras narices. Pak salió corriendo para detenerlo, o al menos preguntar, pero el camión tampoco frenó ni estacionó en la parada, a pesar de que una mujer le hacía desde allí señales desesperadas al conductor.

La conclusión fue que los autobuseros paran a su antojo y que no se molestan en dar ninguna explicación.

Un cliente del supermercado que había oído nuestras cuitas nos propuso preguntarle a un amigo ganadero si nos daría reite, ya que iba a la Paz. El amigo aceptó y así fue que montamos nuestras bicis encima y detrás del tráiler cargado con las vaquitas de Jesús.

Anacleta se manchó con el excremento del ganado al subirla y bromeamos con lo orgánico y naturalísimo de esa caca de vaca que ornaba las llantas. La verdad es que estábamos más que aliviados y agradecidos de que Jesús nos diera reite y no tuviéramos que pedalear en ese calor infernal de media mañana; ¡la boñiga era lo de menos!

La sensación de agradecimiento se incrementó exponencialmente al ver las cuestas empinadísimas en medio de parajes áridos y desolados que nos hubiéramos tenido que comer de haber pedaleado.

Jesús nos dejó a la entrada de la ciudad y circulamos hasta el centro de La Paz. Como no podía ser de otra manera, seguimos los valiosos consejos de Íñigo y nos fuimos a un hotelito, el Baja Paraíso, un oasis de tranquilidad.

Por desgracia solo quedaba la habitación más cara pero por tres días nos daban un descuento, así que aceptamos encantados y nos instalamos con celeridad para ir luego corriendo a cenar, que estábamos que mordíamos los bordillos de las aceras.

Por la hora, fue merienda-cena de San Valentín (ni recordábamos que era un día tan señalado) con decorados horteras y cantautora destripando canciones de La Oreja de Van Gogh. Y hablando de orejas, nos pusimos hasta las mismas de parrillada de carne con verduras bien regada con cervezas. Salimos prácticamente haciendo eses, ebrios, saciados y contentos, a pasear por el malecón mientras caía la tarde con un cielo increíble.

Los dos días que estuvimos por La Paz nos dedicamos a relajarnos y a organizar el viaje de regreso a España, ya que a lo largo de la semana habíamos decidido que no estábamos en condiciones de seguir pedaleando en pareja.

Nos acercamos a una agencia que nos encontró billetes de avión por la mitad del precio que habíamos visto en internet. Para mayor felicidad, nos pasamos por la tienda BC Bikes para pedir cajas y allí Miguel Ángel nos ofreció llevarnos ellos al aeropuerto para ahorrarnos el taxi, que nos iba a salir mucho más caro y sin garantía de poder cargar las bicis.

El periplo de regreso a España fue muy pesado, con escalas en DF y Cancún, y muchas horas de espera en cada transbordo. Por suerte contábamos con el buen humor de los empleados de los aeropuerto, que bromeaban continuamente sobre nuestra pesada carga. Un camarero nos preguntó si llevábamos dos televisores de plasma y le dijimos con toda naturalidad que sí, que éramos miopes y que así veríamos las películas en gran pantalla en el avión.

Aterrizamos en Madrid el martes 19 de febrero con una sensación agridulce, echando mucho de menos México, su gente sobre todo, el idioma, la amabilidad, la comida… La impresión de habernos ido en el mejor momento de la fiesta no nos ha abandonado en ningún momento y durante meses nos preguntaremos a menudo si hemos tomado la decisión correcta.

Tras una semana de mimos y cuidados prodigados por la familia de Tere, el siguiente destino es Nueva Zelanda, donde estaremos un mes pedaleando de nuevo antes de reincorporarnos a nuestros respectivos empleos.

¡No hay suficientes palabras de agradecimiento para expresar la felicidad que nos ha supuesto nuestra estancia en México! Sin duda, volveremos y ojalá entre tanto vengan a vernos algunos de nuestros amigos a Canarias o Bruselas.

¡Gracias por seguirnos en las redes sociales! Pronto nos verán por aquí para contar nuestras andanzas en Nueva Zelanda.

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