• 15 Jan 2019

Rumbo al sur de la Baja California

Happy new year! ¡Feliz año nuevo!

We wish you all the best for 2019! ¡Os deseamos lo mejor para este 2019!

Dear all, we finally crossed the border and entered Mexico the day before our 90-day permit expired, that is on on 31 December. This is the reason why from now on we will write our posts in Spanish –as we switched from English to French when we entered the French-speaking provinces in Canada. Thanks a lot in advance for your understanding.

Queridas y queridos, al fin cruzamos la frontera y entramos en México el día antes de que venciera nuestro permiso de 90 días, esto es el 31 de diciembre. Por este motivo, a partir de ahora escribiremos los artículos del blog en español –del mismo modo en que cambiamos del inglés al francés cuando entramos en las provincias francoparlantes de Canadá. Muchas gracias de antemano por la comprensión.

Antes de acabar 2018, Jodi nos acogió en su casa en Carlsbad –gracias de nuevo, cómo no, a la red warmshowers. Intercambiamos historias mientras preparábamos la cena y pasamos una tarde muy agradable.

Al día siguiente llegamos por fin a San Diego, no sin un poco de suspense previo, puesto que hacía unos días que FU.LA.NA. –la bici de Pak– andaba un poco “coja” y hacía un ruido que iba de mal en peor. Jodi nos había comentado que íbamos a pasar por delante del taller al que lleva sus bicis y, puesto que la mujer está entrenando a nivel profesional, decidimos no desaprovechar la ocasión. Así que, al pasar por Revolution Bike Shop, en Solana Beach, pasamos a ver a Dano y su equipo, para que le echaran un oído –y también ojo– al asunto.

¡Y menos mal! Los rodamientos del eje del pedalier estaban un poco tocados y Brent nos dijo que podía mirar de apretarlo un poco para que el pedalier “cojeara” menos, pero a la larga habría que acabar cambiándolo. Así que decidimos deshacernos del problema antes de cruzar la frontera y en un periquete nos había solucionado el asunto. Además, como era domingo, nos invitaron a desayunar, ya que cada semana organizan una salida ese día y les había sobrado mucha comida.

Tras despedirnos de Brent y los compañeros de Revolution, seguimos las indicaciones que Jerry nos había dado para llegar a su casa. Meses antes, cuando todavía andábamos por Oregon, y de nuevo a través de warmshowers, Jerry nos ofreció usar su dirección para el envío de una pieza del teléfono de Tere que decidió abandonarnos en un trayecto de bus.

En principio Jerry y Barbara iban a tener invitados y nos las íbamos a apañar para alojarnos por San Diego y pasar a recoger la pieza por su casa. Sin embargo, se portaron muy bien y nos avisaron con tiempo de que sus invitados se irían el 29; así que al final nos pudieron dar techo… ¡incluso un par de días! Esas dos noches nos vinieron muy bien para acabar de organizarnos antes de cruzar la frontera –y también para buscarnos un poco la vida para pasar la primera noche en México. Además, la primera noche cenamos juntos con una pareja de amigos suyos que ya habían visitado Baja California varias veces.

Una vez más, tuvimos mucha suerte de dar con unos anfitriones estupendos. Pasamos momentos agradables con ellos, nos permitieron prepararles algún que otro “platillo”, nos dieron muy buenos consejos y hasta una visita guiada por la ciudad universitaria de la UCSD en La Jolla.

Por si todo eso hubiera sido poco, Jerry nos guió, con su bicicleta reclinada, por la mejor ruta para cruzar San Diego. Fueron unos 30 km de rodada… ¡que él tuvo que hacer de vuelta! Pasado el estadio de béisbol de los Padres de San Diego Padres, nos despedimos de Jerry y seguimos avanzando hacia la frontera.

Durante los dos días que pasamos en San Diego logramos contactar con Sandra, otra anfitriona de warmshowers, que nos confirmó que podíamos pasar la noche en su casa en Tijuana y que nos invitaba a pasar la nochevieja con su familia y amigos. Además, entre sus amigos estaba Cristina Spinola, la gran canariona aventurera que habíamos descubierto con la preparación de nuestro viaje. Fue una de las maneras de despedir el año más divertidas que hemos vivido y tuvimos la enorme suerte de que Cristina dejara buena constancia de ello.

Y lo que iban a ser un par de días al final se convirtió en una semana. ¡Menudo regalo para empezar bien el año! Sandra y su familia se portaron a las mil maravillas con nosotros y por desgracia poco pudimos hacer para agradecérselo como es debido. Además, también conocimos a varios amigos de Sandra y su hermana Marcia: el primer Jorge, quien le prestó su coche a Sandra para irnos a buscar a la frontera; el segundo Jorge, sin el que todavía hoy no sabríamos la diferencia entre una carajillo ¨chiquiado” o un divorciado; los aventureros Annika y Roberto y su familia –chihuahuas incluidos.

Y por si fuera poco, gracias a Sandra estamos haciendo una ruta preciosa por Baja California, de la que no hubiéramos sabido si no se llega a pasar prácticamente una mañana entera indicándonos desvíos, puntos de abastecimiento, lugares en los que poder acampar, etc.

Cuando ya por fin nos decidimos a salir y dejar tranquila a Sandra, llegó el enérimo detallazo: Víctor, el cuñado de Sandra, se nos ofreció a”darnos raite” desde Tijuana a Rosarito al día siguiente. Así que el primer día nos pudimos ahorrar la salida de Tijuana y unos cuantos kilómetros –tantos como 25.

Tal y como Sandra nos recomendó, paramos a por unas gorditas en La Tía –en Rosarito– y proseguimos nuestro camino hasta Los Alisitos, donde nos las comimos y nos hicimos con provisiones –en un Oxxo. Luego rodamos hasta La Misión y acampamos en el Balneario Las Palmas.

Al día siguiente enfilamos la cuesta de salida de La Misión, subimos 400 metros de desnivel positivo en 20 km y por la tarde llegamos a Ensenada, donde Gabi y Jose nos dieron techo gracias a nuestro amigo Fernando de Bruselas. ¡La magia de internet y de poder seguir en contacto con gente a la que no ves desde hace años! Además, tuvimos la enormísima suerte de que nos pudieran enseñar un poco Ensenada y nos llevaran de acá para allá durante toda la tarde. El colofón llegó a la mañana siguiente, cuando Jose nos hizo entrega de un chorizo de Walmart que todavía estamos racionando y nos sabe a gloria. ¡Muchísimas gracias, pareja!

La mañana del 9 de enero fue dura. Se puede decir que estábamos mentalizados para lo que se nos venía encima: 90 km de subida constante, en los que íbamos a empezar al nivel del mar y llegaríamos a más de 1200 m por encima de éste. Sin embargo, no contábamos con la cantidad de tráfico y la contaminación a la salida de Ensenada. Independientemente del número o tipo de vehículos que nos adelantaban, la cantidad de monóxido de carbono que se acumulan en esas cuestas es preocupante a la par que asfixiante. Pasados poco más de 22 km –y más de 600 m de desnivel positivo– llegamos a una tienda de abarrotes –ultramarinos– al pie de la carretera, de la que Sandra ya nos había hablado: La Mía. Preguntamos a Alejandra si nos dejaría acampar y en seguida nos indicó un par de sitios en los que podíamos plantar la tienda. Una vez instalados, y ya mientras preparábamos la cena, la pequeña Mía vino a sentarse con nosotros y a jugar con sus chapas.

Al día siguiente, proseguimos con nuestro ascenso y rodamos hasta el rancho Los Manzanos: otro de los puntos de la ruta de Sandra. El encargado del rancho no tardó en aparecer y tras una breve presentación nos abrió la cancela de la finca y, al poco rato, la puerta de lo que él llamó “cabaña” –con 2 baños, 3 habitaciones y un enormísimo salón-cocina-comedor. Se aseguró de que había agua en la casa y nos invitó a encender la chimenea en cuanto quisiéramos, ya que esa noche iba a refrescar. Pese a que seguramente hacía años que nadie ponía los pies en la casa, que tuvimos que filtrar el agua del aljibe y que no tuvimos electricidad o agua caliente, pasamos una tarde mucho más que agradable y logramos disfrutar de un merecido descanso, tras 40 km y 700 m de desnivel positivo.

El 11 de enero completamos el ascenso a los más de 1200 m y las piernas nos dieron para incluso empezar el descenso hacia el Valle de la Trinidad. Sin embargo, no logramos dar con los puntos de referencia que Sandra nos había indicado, así que acabamos preguntando en un local al borde de la carretera: el Restaurante “Jacqueline”.

Allí conocimos a Piedad, quien más tarde nos presentaría a sus hijas Jacqueline y Priscila accedió sin dudarlo a que acampáramos al lado del restaurante. Además nos dejó el baño abierto para que pudiéramos usarlo durante la noche. A la mañana siguiente, Piedad le dio a Tere un tour del restaurante y juntos charlamos un rato frente a una taza de café y un pedazo de pastel de plátano a los que nos invitó –mientras la lluvia de esa mañana empezaba a escampar.

Tras despedirnos de Piedad, seguimos bajando hasta llegar a El Chinero. Sandra nos había avisado del mal estado del pavimento, pero, para nuestra sorpresa, la mayor parte del trayecto gozamos de un firme reasfaltado y pudimos rodar prácticamente sin baches. El día transcurrió con total normalidad: mañana apacible tras la lluvia, poco tráfico y prácticamente en bajada todo el trayecto. Sin embargo, un hecho hace esa fecha sea especial para nosotros, ya que el 12 de enero llegamos a los 10.000 km a lomos de Anacleta y FU.LA.NA. ¡Eso son muchas pedaladas! ¡Bravo por nosotros!

Tras pasar por el retén militar, y de nuevo gracias a las indicaciones de Sandra, paramos a preguntar a Adán y su esposa si nos dejarían acampar en su antigua gasolinera reconvertida en taller y tienda. No sólo no tuvieron problema en dejarnos pasar la noche, sino que nos dejaron dormir en un pequeño cuarto que nos permitió estar a resguardo del viento.

Y así fue como, tras siete días de pedaleo, el 12 llegamos a San Felipe. La anterior vía –la carretera federal 3–, sin tan siquiera arcén y con un carril por sentido, converge en la carretera 5 después del paso por el retén militar de El Chinero. El cambio es bastante significativo, pues se trata de una autovía como las que estamos acostumbrados en Europa: con dos carriles por sentido, mediana de separación e INCLUSO ARCÉN. Por desgracia, también hay más suciedad, sobre todo trozos de neumáticos –”llantas” en México–, lo cual obliga a ir esquivando los trozos de distintos tamaños que aparecen al paso de cualquier ciclista. De no conseguir esquivarlos todos, la cosa puede acabar en disgusto, como le pasó a Pak: la rueda trasera de FU.LA.NA. sufrió no uno, sino 3 pinchazos de golpe.

Por suerte la carretera 5 entre El Chinero y San Felipe es una recta muy larga en las que apenas hay subidas o bajadas de consideración. Así que, antes de la una del mediodía, llegamos a La Palapa, donde doña Josefina nos dio la bienvenida y nos indicó donde podíamos acampar. Nos gustó tanto el sitio y nos sintimos tan a gusto en San Felipe que hoy hemos decidido darnos un día de merecido descanso. Darse un día de reposo es siempre una buena decisión, sobre todo si resulta venir acompañada de un arco iris completo, como el que hemos presenciado esta tarde.

Mañana volveremos a subirnos a la bici e intentaremos llegar a una zona de aguas termales después de Puertecitos. Será todo un reto: tras la tónica general de rutas no muy largas pero con un desnivel exigente, mañana nos planteamos una de prácticamente 90 km, pero con poco desnivel. ¡Esperamos poder contaros la hazaña muy pronto en nuestro próxima entrada!

Muchas gracias por seguirnos a través de este blog o de las redes sociales. No tengáis reparo en enviarnos cualquier pregunta o poneros en contacto con nosotros; intentaremos responder en cuanto nos sea posible. Y si queréis estar al día de cualquier novedad por nuestras partes, siempre podéis suscribiros al blog y/o a nuestras redes sociales.

Leave A Comment

Your email is safe with us.